lunes, 20 de marzo de 2017

Pan y chocolate

Era verdad. Era una verdad como una casa, que las cosas llegan a ti justo en el instante exacto en el que decides dejar de esperarlas. O no. Ni lo has decidido, ni te has dado cuenta siquiera de que te habías expuesto a que la vida sucediera sola, sin más. Pero tampoco sin menos. Era una verdad como un templo, que aparece. La vida se te pone por delante haciéndote un corte de mangas. Y te dice que te jodas. Que si ahora no querías ni una sola complicación, te va a romper absolutamente todos los esquemas que tantísimos suspiros te había costado trazar. Que va a ponértelo todo del revés, porque los prejuicios fueron construidos para ser derribados, para que te peguen una patada en el trasero cuando estás de cuclillas y te rías al verte en el suelo, sobre tus cuatro patas, después de darte cuenta de que ninguna de ellas, son las que creías que te sostenían en realidad. Era verdad, sí. Que todo eso de lo que hablan miles de películas e infinitud de libros, puede pasar. ¿Cómo no va a poder pasar? Si alguien se ha molestado en contarlo con tanto detalle es porque ha formado parte en algún momento de una realidad. Y que era verdad, que era desconcertantemente verdad, eso del nudo en la garganta, lo de las mariposas ridículas revoloteando en el estómago, que las horas pueden verse traducidas en milésimas de segundo cuando las compartes bien. Que pueden hacer que quieras ser la mejor versión de ti misma... todos los días. Todo el rato. Era verdad. Es de verdad. Él. El de verdad. El que es capaz de cruzarse la ciudad de una punta a otra, incluso dos veces en un mismo día, solo si así puede darte un beso más. Que te cuida. Que te mira y es como si se creara una burbuja a tu alrededor imposible de traspasar, a la que ningún tipo de sensación negativa pudiera cruzar. Que todo el amor que contienen sus ojos es tan cierto como la sonrisa que a mí ya no se me puede borrar desde que los tiene puestos en mí. Y es que la vida es perfecta. La vida lo tiene todo así. Podría llover todos los días, podría prescindir de los dulces y del café. Era verdad que se puede vivir tan feliz que duele, que se puede querer tanto que asuste, pero que te pueden querer tan bien, que todo lo cure.
Que la verdad, es que cuando es, lo sabes. Sin más. Lo sabes y sabes, que harás lo inimaginable cada uno de los minutos de cada día, por no dejarlo escapar.


1 comentario:

  1. Viste cómo es? Cuanto tiene que ser, cuando llega el indicado te das cuenta sin más. Sentís algo como una seguridad que no se puede explicar, es saber que esa persona va a estar al lado tuyo en todas las situaciones y para siempre. Que bueno que te haya pasado. Te mando un beso grande

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